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Editorial

CEIDE, 30 años construyendo utopías.

 

 

 

 

Hace treinta años, nació el Centro de Investigación y Desarrollo Educacional. (CEIDE), considerando en su ideario el propósito de realizar una contribución modesta al desarrollo del Sistema educativo Nacional, reconociendo, en aquel entonces, que se encontraba en una profunda crisis. Es indiscutible que, en la actualidad, el escenario no es más halagüeño, parece que la crisis educacional continúa.

 

Además de ello, vivimos en una profunda crisis planetaria en los planos económico, político y social. Según el informe de Oxfam de 2024, durante la última década, el 1 % más rico ha capturado alrededor del 50 % de la nueva riqueza. Mientras tanto, más de 820 millones de personas en todo el mundo (aproximadamente una de cada diez) pasan hambre. Las mujeres y las niñas suelen comer en último lugar y en menores cantidades en los hogares, y representan casi el 60 % de la población mundial que padece hambre.

 

En lo político, somos testigos de la lucha entre las hegemonías internacionales lo que han propiciado guerras en diferentes contextos, las hay en Gaza o Ucrania, pero también en Yemen, Siria o Sudán. Y esto provoca muertos, heridos, sufrimiento y millones de refugiados. En lo social, como menciona Pierre Bourdeau, se han perdido las solidaridades básicas de la sociedad, entre ellos el de la familia. Hambruna, xenofobia, racismo, clasismo y profundas desigualdades sociales constituyen el panorama contemporáneo.

 

Parece que se hace realidad  lo presentado en la pelicula de ciencia ficción de Richard Fleischer, estrenada en 1973, hace casi cincuenta años. Sucede en la capital del imperio, Nueva York, 40 millones de personas, físicamente separadas en una pequeña élite que mantiene el control político y económico, con acceso a ciertos lujos como verduras y carne, y una mayoría hacinada en calles y edificios donde malvive con agua en garrafas, y dos variedades de un producto comestible.

 

En el plano educativo, al parecer, la escuela ha sido rebasada por la realidad, no se ha cumplido la máxima planteada por José Martín cuando afirma que “la verdadera educación es la que pone al hombre a nivel de su tiempo”.  La escuela está obsoleta y anquilosada, un buen número de maestros siguen analizando y actuando sobre los fenómenos educativos con teorías o paradigmas de hace más de 50 años o sus prácticas profesionales son intuitivas o empíricas y por lo tanto no tienen un sustento en las ciencias de la educación.

 

Pero no todo está perdido, estamos aquí los que queremos hacer la diferencia, los que mantenemos la llama encendida, convencidos en seguir con la utopía de la construcción del mundo mejor y de una educación que desarrolle auténticamente al hombre de manera integral, atendiendo a su horizonte de significaciones y a sus mas caros anhelos.

 

Los constructores de las utopías en educación reconcocemos que cuando enfrentamos los problemas contemporaneos de la pedagogía y la didáctica, debemos realizar una caracterizacion de la realidad actual ya que nuestra escuela es el espacio donde se reproducen los problemas que aquejan a la sociedad y, por supuesto, se hacen evidentes las profundas desigualdades sociales. Reconocemos, por lo tanto, que en la implementación de nuestro ideal educativo debemos asumir un Modelo pedagógico y didáctico sociocomunitario, interdisciplinario, productivo, crítico e investigativo.

 

Con todo lo dicho hasta aquí, queda claro que los maestros debemos asumir una posición bien definida en nuestra práctica como profesionales de la educación: o nos  inclinamos por desarrollar una educación que mantenga el estatus quo social de los grupos que detentan el poder, con una visión alienadora, enajenante, reproductora, discriminatoria y elitista u optamos por promover una educación liberadora, emancipadora, transformadora y políticamente comprometida en favor de los exluidos sociales. Ese es el desafío escolar.

 

Dr. José Luis Murillo Amaro

Tomas Moro sabía bien que su proyecto para un mundo limpio de incertidumbres y de miedos incontrolados era el diseño de un escenario idóneo para una vida buena y también era un sueño… lo llamó utopía… sin embargo, sus numerosos seguidores e imitadores fueron más resueltos o menos prudentes, vivían en un mundo convencidos, con razón o sin ella y para bien o para mal, de poseer la sagacidad necesaria para proyectar un mundo mejor.

Zigmunt Bauman

Tiempos líquidos, vivir en una época de incertidumbre

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